Atlético Paso: la construcción de un sueño posible
El humilde club del Valle de Aridane se fundó en 1952, milita en Tercera División, al mando del entrenador Jorge Muñoz, y la mayoría de su presupuesto lo aporta su afición.
El pasado 26 de septiembre, las luces del gran teatro de los sueños volvieron a encenderse, porque en medio de un valle entre montañas hay una ciudad llamada El Paso, en la que se juega al fútbol desde hace más de ochenta años.
Esa tradición futbolera se materializa en la fundación, hace 68 años, del Club Deportivo Atlético Paso, un club que pertenece a ese fútbol humilde de los pueblos de Canarias y que vive un presente irrepetible, encaramado a la nube de una expectativa de éxito, con los pies en el suelo y paladeando las placenteras e irrenunciables dosis del vértigo que da pensar en una futura gran victoria. Es la droga del aquí y ahora, es la droga del momento histórico.
En el seno de la dirigencia, en la masa social, en los aficionados que acuden al municipal, se habla del sueño desde la humildad que sirve para crecer, porque la humildad no puede confundirse nunca con las mil caras del conformismo.
La pasada temporada, la gloria del triunfo inacabado empezó a crear el sedimento de la ilusión, pero la inesperada hecatombe del covid19, que fue esa mala patada a destiempo que recibe la alegría, convirtió al feliz en sorprendido espectador de la incertidumbre.
La alegría era la rutina habitual en el Municipal de El Paso durante la temporada, prematuramente cancelada, de 2019-2020, en la que el club verdinegro casi asalta las posiciones de privilegio que dan acceso a la lucha por un ascenso de categoría.
Para que los lectores se hagan una idea, el estadio municipal, inaugurado un 31 de agosto de 1955, y en el que el Atlético Paso juega sus partidos, es una pequeña y vetusta bombonera de la liga canaria de Tercera División, una casa acogedora en la que amamos el fútbol, hasta que el pasado 7 marzo cayó un telón de acero sobre las ilusiones proyectadas más allá del éxito.
A partir de ese día, un domingo sí y otro también, las gradas fueron muros lisos y desolados y mil pensamientos en las mesas de los despachos de la entidad de la ciudad de los almendros, inventaron una ingeniería de la improvisación que, junto a la espera paciente del respetable, hicieron más fuerte el sueño, la creencia, y liberaron esa energía constructiva que mana cuando caminamos de puntillas por el filo de los pavorosos abismos.
El Club Deportivo Atlético Paso es una humilde y emblemática institución del Valle de Aridane, que solo ha estado cinco temporadas en categoría nacional pero que mantiene desde el 17 de junio de 1952, fecha de su fundación, el mismo nombre con el nació hace casi 70 años, sin que los reglones de su dilata historia sean escritos con episodios de tristes disoluciones y refundaciones posteriores.
Este hecho nos señala la relevancia de un suceso trascendente: la permanencia de una identidad, a pesar de los zarandeos de las profundas crisis sobrevenidas y de las circunstancias no siempre propicias que pueden hacer temblar los cimientos de cualquier sociedad deportiva.
Esta permanencia identitaria dentro de la historia del fútbol canario, solo puede conseguirse con la insistencia en unos valores de esfuerzo y compromiso y creencia inquebrantable en un proyecto deportivo, en la formación de jugadores de la tierra, vecinos de El Paso, del Valle de Aridane o de la isla de La Palma.
Como cuenta el cronista e historiador del club pasense Carlos Valentín Lorenzo Hernández, la andadura del Club Deportivo Atlético Paso comienza con Don Pedro Capote Lorenzo, empresario tabaquero de personalidad singular, poseedor de un pensamiento alejado de cualquier esquema pequeño que impidiera el progreso de la ambición deportiva.
En la temporada 1953-54 y aún sin campo propio donde jugar como local, el Club Deportivo Atlético Paso se proclamaba campeón de la Liga Insular. Era un comienzo prometedor, y el espíritu de aquel primer presidente sugiere en nuestra mente, un inevitable parentesco de dimensión histórica con los actuales rectores del club, sin desmerecer, por supuesto, la gestión de tantas otras juntas directivas que gestionaron la prolongada travesía en el desierto de la categoría regional de preferente.
La historia de un éxito que empezó en 2012
Un grupo de amigos, de hombres y mujeres de fútbol, antiguos jugadores del equipo verdinegro, nombres como Wiliam Nazco, presidente de la entidad en ese primer año de andadura y en la actualidad, y que dejó el cargo de máximo rector, ostentándolo Jorge Arrocha entre los años 2016-2019. Otros activos participantes del proyecto en sus inicios fueron Sergio Rodríguez, Oscar Simón, Ricky Jurado, Carlos Nazco y Laura Jurado, entre otros.
Se reúnen entorno a un proyecto futbolístico y lo hacen con un objetivo claro ,como cuenta para Planeta Canario el presidente William Nazco “en la temporada 2013-14 se produce la separación de la preferente y nos quedamos en una preferente más pobre de lo que esperábamos, dimos indudablemente un gran paso atrás y desde el club creímos que esa preferente palmera nunca estuvo, con todo el respeto, a la altura de lo que quería el club: una liga competitiva, una preferente provincial, por lo menos”.
La hoja de ruta quedaba clara: darle al club una categoría acorde a su proyecto y a su altura. El club llegaba a Tercera División tras 21 años de ausencia y aquí comienza uno de los relatos futbolísticos más entrañables de las últimas décadas en Canarias.
Un humilde que piensa a lo grande, sin complejos y apareciendo en una escena ocupada por los dos titanes del fútbol palmero de Tercera División, El Tenisca y el Mensajero “presentamos un proyecto ambicioso porque El Paso es una ciudad futbolera y, aunque sabíamos que distaban dos décadas desde nuestra última participación en Tercera División, no iba dejar de existir ese apoyo al fútbol en El Paso” y refuerza esta afirmación del presidente del club verdinegro, la argumentación de un discurso de triunfo desde la humildad “en nuestra vuelta a Tercera División, quisimos ser ambiciosos, y con el objetivo de la permanencia estuvimos hasta última hora luchando hasta por ser campeones. La riqueza del club reside en la fortaleza de su sociedad”.
Comprobando los números obtenidos por el Atlético Paso la pasada campaña, preguntamos al máximo mandatario del club verdinegro por esa inevitable sorpresa y hasta “sospecha” que provocó la potente irrupción en la categoría: “Estamos cansados de oír que somos ricos, que si el dinero lo ponen inversores japoneses, que si hay cuatro ricos en El Paso, que si estamos tirando la casa por la ventana o que si tenemos el club arruinado y nada más lejos de la realidad”.
Y continúa enfatizando en la idea capital de que el club lo hace el pueblo: “Somos afortunados porque no somos el típico club que tiene un presidente rico o un inversor que pone el dinero. Somos muchos, mucha gente la que colabora, la que va al partido, los directivos solo gestionamos la entidad, pero la riqueza del club es la gente. El 60% de nuestros recursos corresponden a nuestra afición y el porcentaje restante a publicidad y subvenciones.
Tanto William Nazco como los miembros de la junta directiva, afirman que no hay límites, porque el futuro se construye con paso humilde pero seguro, para aspirar a lo máximo sin ponerse límites. El presidente no quiso terminar nuestra charla sin dejar de nombrar al entrenador Jorge Muñoz “vive el fútbol por los cuatros costados, con los pies en el suelo está creando un buen ambiente y sus valores coinciden perfectamente con la filosofía de nuestros directivos, con el proyecto y con la sociedad. Jorge va a implantar unos valores espectaculares”.
Jorge Muñoz, otra pieza de la estructura del sueño
El jefe del banquillo del Atlético Paso se llama Jorge Muñoz, un entrenador distinto y que en su currículum figura haber trabajado con Lillo y tener a sus órdenes a Andrés Iniesta y a David Villa. Es un pensador del balón que nos recuerda a la exitosa estela de los “bohemios directores de vestuarios del futbol moderno”, en la que podríamos colocar a César Luis Menotti, Jorge Valdano, Ángel Capa, Juanma Lillo y Pep Guardiola. Combina el discurso bien armado cuando se tiene todo el fútbol metido en la cabeza y el temblor de las emociones como elemento transformador de la realidad.
Jorge Muñoz no es un talento del mal llamado tiqui-taca, no es un talento del juego bonito, vive y siente el deporte del balompié más allá de las malditas etiquetas y recorre la banda cada partido igual que un activo comunicador de mensajes. Recuerda a ese padre que trabaja por la armonía de la gran familia.
Se define a sí mismo como radical del fútbol “el fútbol es un conversor de seres humanos y de las realidades que no nos gustan. Busca la versatilidad de las piezas del engranaje y el terreno de juego será el verde en el que se dibuje la estructura de un sueño, que el Atlético Paso sea el primer equipo en la historia del Valle de Aridane, que juegue una fase de ascenso a Segunda División B.